jueves, 27 de diciembre de 2007

"El conde de Montecristo" (1845) de Alexandre Dumas.



"Cuando se tienen amigos, no es sólo para ofrecerles un vaso de vino, sino también para impedirles que se beban tres o cuatro pintas de agua."

Pág 23.

"-¡El rey! Le creía más filósofo para comprender que en política no hay asesinatos. En política, querido, tú lo sabes lo mismo que yo, no hay hombres, sino ideas; en política no se mata a un hombre, se suprime un obstáculo, sencillamente."

Pág 89.

"Entonces, su espíritu se tornó sombrío, una nube espesa oscureció su frente. Dantés era un hombre sencillo y sin educación; el pasado quedó cubierto con ese velo oscuro que sólo levanta la ciencia. No podía, en la soledad de su calabozo y en el desierto de su pensamiento, reconstruir las edades pasadas, reanimar a los pueblos desaparecidos, reedificar las ciudades antiguas que la imaginación engrandece y poetiza, y que pasan delante de los ojos, gigantescas e iluminadas por el fuego celeste, como los cuadros babilónicos de Martino; él no poseía más que su tan corto pasado, su presente tan sombrío y su futuro tan dudoso."

Pág 111.

"Porque en las cosas sencillas y permitidas, nuestros instintos naturales nos advierten de que no debemos traspasar la línea de nuestro derecho. El tigre, derrama la sangre por naturaleza, pues tal es su estado y su destino, no necesita más que una cosa: que su olfato le advierta dónde se halla la presa que acometer. Inmediatamente salta hacia esa presa, cae sobre ella y la despedaza. Es su instinto y lo obedece. Pero el hombre, por el contrario, rechaza la sangre; no son las leyes sociales las que condenan el asesinato, sino las leyes naturales."

Pág 129.

"Ahora necesitaba regresar a la vida, entre los hombres, y adquirir en la sociedad el rango, la influencia y el poder que confiere en este mundo la riqueza, la primera y la mayor fuerza de que puede disponer la criatura humana."

Pág 199.

"(...)aquel en que la sociedad, atacada por la muerte de un individuo en la base sobre la cual se apoya, venga la muerte con la muerte; ¿pero no hay dolores con los que las entrañas del hombre pueden desgarrarse sin que la sociedad se ocupe en ello, sin que le ofrezca un medio insuficiente de venganza como el citado anteriormente?¿No existen crímenes para los cuales el palo de los turcos, las artesas de los persas o los nervios retorcidos de los iroqueses resultarían suplicios demasiado blandos, y que, sin embargo, la sociedad indiferente deja sin castigo?...Responda, ¿no existen tales crímenes?"

Pág 326.

"-Es que no ha sido otra cosa más que un sueño, una pesadilla, lo que usted ha tenido.
- Yo, sí, pero ¿y el condenado?
-También es un sueño; sólo que él aún continúa dormido y usted se ha despertado. ¿Y quién puede afirmar cuál de los dos es el privilegiado?"

Pág 335.

"En efecto, una vez que se ha hecho el sacrificio de la vida, ya no se es igual a los otros hombres, o más bien los otros hombres no son nuestros iguales, y una vez adoptada esa resolución se duplican las fuerzas y se agrandan los horizontes..."

Pág 424.

"Los reinos de los reyes son limitados, bien por las montañas, bien por los ríos, bien por un cambio de costumbres o por la mutación de una lengua. Mi reino, el mío, es tan grande como el mundo, porque no soy italiano, ni francés, ni hindú, ni americano, ni español; soy cosmopolita. Ningún país puede decir que me ha visto nacer. Sólo Dios sabe en qué región me verá morir. Adopto todas las costumbres, hablo todos los idiomas. (...)A menos que me muera, seré siempre lo que soy; he aquí porque le digo cosas que usted nunca ha oído, incluso en boca de reyes, porque los reyes tienen necesidad de usted y los demás hombres le tienen miedo."

Pág 468-469.

"Yo que me creía algo, yo que estaba tan orgulloso, yo que me había visto tan pequeño en los calabozos del castillo de If, y que me hice tan grande, ¿seré mañana un poco de polvo? ¡Ay! No es la muerte del cuerpo lo que lamento; esta destrucción del principio vital, ¿no es a lo que todo tiende, a lo que todo desgraciado aspira, esa calma de la materia por la cual tanto he suspirado, a la cual me encaminaba por la ruta dolorosa del hambre cuando Faria apareció en mi calabozo? ¿Qué es la muerte? Un grado más en la calma, y dos, tal vez, en el silencio. No, no es la existencia lo que lamento, sino la ruina de mis proyectos tan lentamente elaborados, y tan trabajosamente erigidos. La Providencia, que yo creí con ellos, estaba en contra.¡Dios no quería que se cumpliesen!"

Pág 837.

En El conde de Montecristo, Dumas, Alexandre, Editorial Bruguera, S.A., Barcelona, 1978.

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