sábado, 30 de enero de 2010

"Kafka en la orilla" (2006) de Haruki Murakami.



“- Cuando estalla la guerra, te llaman a filas. Y, al reclutarte, te ponen un fusil en las manos, te envían al frente y, allí, tienes que matar soldados enemigos. Cuantos más mates, mejor. Si te gusta matar o no, eso nadie te lo pregunta. Eso es lo que debes hacer. Y, si no lo haces, te matan a ti. –Johnnie Walken apuntó con el dedo índice al pecho de Nakata-. ¡Bang! En esto se resume la historia humana.”

Pág 183.

“Y es que los que mataron al novio de adolescencia de la señora Saeki no fueron otros que esa clase de sujetos. Sujetos estrechos de miras, intolerantes y sin imaginación. Tesis desconectadas de la realidad, terminología vacía, ideales usurpados, sistemas inflexibles. Son estas cosas las que a mí, realmente, me dan miedo. Son estas cosas las que yo temo y odio con todo mi corazón. Es importante saber qué es correcto y qué no lo es, por supuesto. Sin embargo, los errores de juicio personales pueden corregirse en la mayoría de los casos. Si uno tiene la valentía de reconocer su error, las cosas, generalmente, se pueden arreglar. Pero la estrechez de miras y la intolerancia de la gente sin imaginación son igual que parásitos. Provocan cambios en el cuerpo que les acoge y, mudando de forma, se reproducen hasta el infinito. Y eso no hay manera de detenerlo. Y yo, semejantes sujetos, no quiero que entren aquí. –Oshima señala las estanterías con la punta del lápiz. Se refería, por supuesto, a la totalidad de la biblioteca-. Yo no puedo tomarme a risa a gente como ésa.”

Pág 231.

“Hay casos en los que no puede hacerse nada. Pero, a pesar de ello, la ironía hace más profundo al hombre, lo obliga a crecer. Y se convierte en una puerta de acceso a una solución de una dimensión mayor. Y en ella puedes encontrar una esperanza universal.”

Pág 253.

“Lo que yo deseo, la fuerza que yo busco, no es aquella que te lleva a ganar o a perder. Tampoco quiero una muralla para repeler las fuerzas que lleguen del exterior. Lo que yo deseo es una fuerza que me permita ser capaz de recibir todo cuanto proceda del exterior y resistirlo. Fortaleza para resistir en silencio cosas como la injusticia, el infortunio, la tristeza, los equívocos, las incomprensiones.”

Pág 394.

“El hecho de tenerla delante hace que sienta un agudo dolor en el pecho, como si me clavaran un cuchillo congelado. Es un dolor muy intenso, pero yo más bien agradezco esta intensidad. Puedo solapar mi existencia con ese dolor helado. El dolor se convierte en un ancla que me mantiene firmemente amarrado aquí. Ella se levanta de la silla, pone agua a calentar, prepara un té. Y, mientras me lo bebo, sentado a la mesa, ella lleva los platos sucios al fregadero y los lava. No aparto la mirada de su espalda. Quiero decir algo. Pero me doy cuenta de que, en su presencia, todas las palabras pierden su función original. O tal vez es que el sentido que debe ligar una palabra a la otra acaba perdiéndose. Me contemplo las manos. Me acuerdo de los árboles del otro lado de la ventana que brillaban a la luz de la luna. Es allí donde está el cuchillo congelado que tengo clavado en el corazón.”

Pág 528.

Kafka en la orilla, Murakami, Haruki, Editorial Tusquets, 2006.

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