martes, 28 de agosto de 2007

"Una excursión a los indios ranqueles vol II" de Lucio V Mansilla



"Con estos antecedentes y tantos otros que podría citar para que se vea que nuestra civilización no tiene el derecho de ser tan rígida y severa con los salvajes, puesto que no una vez sino varias, hoy los unos, mañana los otros, todos alternativamente hemos armado su brazo para que nos ayudaran a exterminarnos en reyertas fraticidas, como sucedió en Monte Caseros, Cepeda y Pavón; con estos antecedentes, decía, se comprenden y explican fácilmente las precauciones y temores de Mariano Rosas."

Pág 13.

"Mi compadre y los convidados estaban encantados. Aquel coronel cristiano parecía un indio. ¿Qué más podían ellos desear? Yo iba a ellos. Me les asimilaba. Era la conquista de la barbarie sobre la civilización. El Lucius Victorius Imperator, del sueño que tuve en Leubucó la noche en que Mariano Rosas me hizo beber un cuerno de aguardiente, estaba allí transfigurado."

Pág 28.

"¿Quién era aquel hombre? Un desconocido. ¿Qué vida había llevado? La de un aventurero. ¿Cuál había sido su teatro, qué espectáculos había presenciado? Los campos de batalla, la matanza y el robo. ¿Qué nociones del bien y del mal tenía? Ningunas. ¿Qué instintos? ¿Era intrínsecamente malo? ¿Era susceptible de compadecerse del hambre o de la sed de uno de sus semejantes? No es permitido dudarlo después de haberle visto, entre las tinieblas, sentado cerca del moribundo fogón, sin más testigos que sus pensamientos, apiadarse de un perro, que por su flacura y su debilidad parecía condenado a presenciar con avidez el nocturno festín de sus compañeros.

¿Sería yo mejor que ese hombre, me pregunté, si no supiera quién me había dado el ser; si no me hubieran educado, dirigido, aconsejado; si mi vida hubiera sido oscura, fugitiva; si me hubiera refugiado entre los bárbaros y hubiera adoptado sus costumbres y sus leyes y me hubiera cambiado el nombre, embruteciéndome hasta olvidar el que primitivamente tuviera?

Si jamás hubiera vivido en sociedad, aprendiendo desde que tuve uso de razón a confundir mi interés particular con el interés general, que es la base de nuestra moral, ¿sería yo mejor que ese hombre?, me pregunté por segunda vez.

Si no fuera el miedo del castigo, que unas veces es la reprobación, y otras los suplicios de la ley, ¿sería yo mejor que ese hombre?, me pregunté por tercera vez.

No me atreví a contestarme. Nada me ha parecido más audaz que Juan Jacobo Rousseau, exclamando:

"Yo, sólo yo conozco mi corazón y a los hombres. No soy como los demás que he visto, y me atrevo a decir que no me parezco a ninguno de los que existen. Si no valgo más que ellos, no soy como ellos. Si la naturaleza ha hecho bien o mal en romper el molde en que me fundió, no puede saberse sino leyéndome".

Eché la última mirada al fogón."

Pág 58-59.

"Esa es nuestra tierra -como nuestra política suele consistir en hacer de los amigos enemigos, parias de los hijos del país-, secretarios, ministros, embajadores de los que nos han combatido. Solemos ser justos con los nuestros , con los adversarios somos siempre débiles.

Solemos ser tolerantes con los que transigen, con los que se hacen un honor y un deber de tener conciencia, jamás.

Para ellos está reservada la crítica irritante, acerba.

El peor papel que puede representar el patriotismo a los ojos de las medianías, es tener carácter.

Más hábiles en el arte de reclutar nulidades, de seducir traficantes y especuladores, que dispuestos a admirar el talento y la probidad; más capaces de claudicar que de imponerse por la elevación moral, prefieren los que se doblegan a los que firmes sobre el pedestal de sus creencias tienen la osadía de exclamar: ¡yo pienso así!

¡Ah!, ¡si el país no estuviera jadeante! ¡Ah!, ¡si no estuviera arraigado en todos los corazones el convencimiento de que hay que preparar la tierra antes de arrojar en sus entrañas fecundas las semillas!

¡Ah!, ¡si el país no estuviera jadeante! ¡Ah!, ¡si no fuera que una verdad escrita con sangre es siempre una conquista fratricida!"

Pág 83.

"¿Pasa otra cosa en el mundo civilizado?

Mariano Rosas, después de haber resuelto la paz, acusándome en público de las matanzas de López y Rosas; Baigorrita dominado por la misma idea, silencioso, irresoluto en presencia de la multitud, ¿no hacían el mismo papel de Napoleón III proclamando: el imperio es la paz , al mismo tiempo que se armaba hasta los dientes?

¿No mentían?

¿No hacían lo mismo que los que en nombre de la Constitución y de las leyes, de la civilización y de la humanidad arman al pueblo contra el pueblo?

¿No mentían?

¿No hacían lo mismo que los que después de haber sostenido que el pueblo tiene el derecho de equivocarse se han rebelado contra él, porque tuvo la energía de inmolar uno de sus tiranos?

¿No mentían?

Mariano Rosas y Baigorrita, declarando en una junta, después de haber firmado el tratado de paz, que harían lo que la mayoría resolviese, ¿no imitaban a los que más de una vez han declarado en nuestros congresos lo contrario de lo que habían convenido con el extranjero?

¡Cuánto he aprendido en esta correría!

Si me hubieran dicho que los indios me iban a enseñar a conocer la humanidad, una carcajada homérica habría sido mi contestación. Como Gulliver, en su viaje a Liliput, yo he visto al mundo tal cual es en mi viaje a los ranqueles.

Somos unos pobres diablos.

Los enanos nos dan la medida de los gigantes y los bárbaros la medida de la civilización.

Resta saber si seríamos más felices poniendo en la silla curul de nuestros magnates, pigmeos, y cambiando el coturno francés por la bota de potro.

Los héroes prueban tan mal y la moda es tan tiránica en sus imposiciones, que vale la pena de meditar sobre las ventajas y las consecuencias de una revolución social."

Pág 110-111.

"Aquellas gentes, alejadas de la civilización quién sabe desde cuándo, desgraciadas o pervertidas, resignadas a su suerte o desesperadas, ignorantes, vulgares; aquellas mujeres cristianas en el nombre; aquellas chinas, aquellos indios sosteniendo en sus brazos sus hijos con recogimiento y devoción, comprendían por un instinto especialmente humano que entre este mundo y el otro, entre esta vida y la otra, necesitamos un vínculo y que ese vínculo es Dios, cualquiera que sea la forma en que le adoremos.

El mal de este mundo no consiste en profesar una mala religión, sino en no profesar ninguna."

Pág 128-129.

"De tal modo se me había convertido en sustancia el sueño del poder, que a no ser los ladridos de unos perros, que despertaron a mis oficiales, creo que me levanto arrastrando el poncho de Mariano Rosas a guisa de imperial manto de armiños.

Unos: Buenos días, mi Coronel, de mi ayudante Rodríguez, me despejaron los sentidos del todo.

Abrí los ojos, que apretaba nerviosamente.

Era de día, la claridad del rancho completa.

La visión del imperio ranquelino desapareció de mi retina. Pero como una sombra chinesca que se desvanece, todavía cruzó por mi imaginación.

Me pareció que había dormido un año. Yo no sé por qué pintan al tiempo con alas. Yo lo pintaría con pies de plomo. Sería que las cosas que más deseo, son siempre las que más tardan en suceder. Verdad es que las que más me gustan me parece que pasan con demasiada velocidad.

Llamé un asistente, vino, abrió la puerta, me levanté, me vestí y salí del rancho.

Decididamente me iba ese mismo día y no era emperador. Lo uno me consoló de lo otro. Francamente, el imperio ranquelino era más hermoso visto en sueños que despierto."

Pág 143.

"Antes de examinar su construcción entablé un diálogo conmigo mismo.

-A ver -me dije-, representante orgulloso de la civilización y del progreso moderno en la pampa, ¿Cómo harías tú un fuelle?

-¿Un fuelle?

-Sí, un fuelle, ¿no se llama así por la Academia Española "un instrumento para recoger viento y volverlo a dar"?, aunque habría sido más comprensible y digno de ella decir: "Un instrumento construido según ciertos principios de física, para recoger aire por medio de una válvula, y volverle a despedir con más o menos violencia, o voluntad del que lo maneje, por un cañón colocado a su extremo".

Entiendo, entiendo.

-Y bien, si entiendes, dime, ¿cómo lo harías?

-¿Cómo lo haría?

-¡Sí, hombre, por Dios! Parece que te hubiera puesto un problema insoluble.

-No digo eso.

-¿Entonces?

-Es que,...

-¡Ah! Es que eres un pobre diablo, un fatuo del siglo XIX, un erudito a la violeta, un insensato que no quieres confesar tu falta de ingenio.

-¿Yo?...

-Sí, tú, has entrado en el miserable toldo de un indio a quien un millón de veces has calificado de bárbaro, cuyo exterminio has preconizado en todos los tonos, en nombre de tu decantada y clemente civilización, te ves derrotado y no quieres confesar tu ignorancia.

-¿Mi ignorancia?

-Tu ignorancia, sí.

-¿Quieres acaso que me humille?

-Sí, humíllate y aprende una vez más que el mundo no se estudia en los libros.

Incliné la frente, me acerqué a la fragua, cogí el manubrio de ambos fuelles, los que estaban colocados en la misma línea horizontal, tiré, aflojé y se levantó una nube de ceniza."

Pág 169.

"Tanto que declamamos sobre nuestra sabiduría, tanto que leemos y estudiamos, ¿y para qué?

Para despreciar a un pobre indio, llamándole bárbaro, salvaje; para pedir su exterminio, porque su sangre, su raza, sus instintos, sus aptitudes no son susceptibles de asimilarse con nuestra civilización empírica, que se dice humanitaria, recta y justiciera, aunque hace morir a hierro al que a hierro mata, y se ensangrenta por cuestión de amor propio, de avaricia, de engrandecimiento, de orgullo, que para todos nos presenta en nombre del derecho el filo de una espada, en una palabra, que mantiene la pena del talión porque si yo mato me matan; que en definitiva, lo que más respeta es la fuerza, desde que cualquier Breno de las batallas o del dinero es capaz de hacer inclinar de su lado la balanza de la justicia.

¡Ah! Mientras tanto, el bárbaro, el salvaje, el indio ese, que rechazamos y despreciamos, como si todos no derivásemos de un tronco común, como si la planta hombre no fuese única en su especie, el día menos pensado nos prueba que somos muy altaneros, que vivimos en la ignorancia, de una vanidad descomunal, irritante, que ha penetrado en la oscuridad nebulosa de los cielos con el telescopio, que ha suprimido las distancias por medio de la electricidad y del vapor, que volará mañana, quizá, convenido; pero que no destruirá jamás, hasta aniquilarla una simple partícula de la materia, ni le arrancará al hombre los secretos recónditos del corazón."

Pág 178-179.

"Promesas no ayudan a pagar; pero sirven siempre para salir del paso, y los indios, incansables cuando se trata de pedir, no se andan con escrúpulos cuando se trata de prometer.

Más o menos el mundo anda así en todas partes, los individuos, lo mismo que las naciones, encuentran todos los días en el arsenal de las perfidias humanas, pretextos y razones para faltar a la fe pública empeñada; y las muchedumbres en uno y otro hemisferio, se dejan llevar constantemente de las narices por los ambiciosos que las engañan y alucinan para explotarlas y dominarlas.

Ayer era Napoleón III erigido en campeón de las nacionalidades, triunfador en Magenta y Solferino, en nombre de la Federación Italiana; hoy es Bismarck en nombre del Germanismo al grito de la galofobia; mañana será otro Pedro el Grande en nombre del Panslavismo, valiéndose de la turbulencia moscovita, de la ignorancia de los siervos y del fanatismo religioso.

En América hemos tenido a Rosas, a Monagas, a López.

Todos ellos supieron encontrar la palabra misteriosa y magnética para fascinar al pueblo.

La libertad y la fraternidad universal siguen mientras tanto siendo una bella utopía, una santa aspiración del alma, y de hegemonía en hegemonía, dominados hoy por los unos, mañana por los otros, el hombre individual y el hombre colectivo caminan por rumbos distintos quién sabe dónde...

La perfección y la perfectibilidad parecen ser dos grandes quimeras. Rodamos a la ventura, y la mentira es la única verdad de que estamos en posesión.

Parece que Dios hubiera querido ponerle una gran barrera a la conciencia humana, para detenerla siempre que se atreve a penetrar en los tenebrosos limbos del mundo moral.

El sol se ponía majestuosamente, el horizonte estaba limpio y despejado; terso el cielo azul; sólo una que otra nube esmaltada con los colores del arco iris y suspendida a inmensas alturas, se descubría en la gigantesca bóveda; soplaba una brisa ricamente oxigenada, blanda y fresca; las espadañas se columpiaban graciosamente sobre su tallo flexible reflejándose en las claras aguas de la laguna hasta humedecer en ellas sus albos penachos, como voluptuosas náyades de bella y blanca faz que al borde de la fuente empaparan las puntas de sus sueltos cabellos, mirándose distraídas y enamoradas de sí mismas en el espejo líquido y sereno.

El cielo y la tierra con sus indicios seguros, auguraban una noche apacible y un día hermoso como el que acababa de transcurrir. Convenía, pues, aprovechar los pocos momentos de luz que quedaban. No sé qué vago y falso presentimiento oprimía angustiosamente mi pecho."

Pág 188-189.

"El sentimiento de la disciplina no mata los grandes afectos, es mentira; pero hace que el hombre, reprimiéndose, se acostumbre a disimular todas sus impresiones, hasta las más tiernas y honrosas.
Cuántas veces a causa de eso no pasan por seres sin corazón los que se hallan sujetos a las terribles leyes de la obediencia pasiva, a esas leyes que en todas partes mantienen divorciado al soldado con el ciudadano, que contra el espíritu del siglo permanecen estacionarias, como monumentos inamovibles de esclavitud, sin que la marea generosa que agita al mundo civilizado desde la caída del imperio romano, hacen al soldado tanto más grande, cuanto mayor es la servidumbre que le oprime."

Pág 190.

Si hay algo imposible de determinar, es el grado de civilización a que llegará cada raza: y si hay alguna teoría calculada para justificar el despotismo, es la teoría de la fatalidad histórica.

Las calamidades que afligen a la humanidad nacen de los odios de razas, de las preocupaciones inveteradas, de la falta de benevolencia y de amor.

Por eso el medio más eficaz de extinguir la antipatía que suele observarse entre ciertas razas en los países donde los privilegios han creado dos clases sociales, una de opresores y otra de oprimidos, ES LA JUSTICIA.

Pero esta palabra seguirá siendo un nombre vano, mientras al lado de la declaración de que todos los hombres son iguales, se produzca el hecho irritante, de que los mismos servicios y las mismas virtudes no merecen las mismas recompensas, que los mismos vicios y los mismos delitos no son igualmente castigados."

"El día estaba en calma, mi alma alegre.

Reímos sin inquietud cuando debiéramos estar taciturnos o gemir. ¡Somos unos insensatos!

Y cuando tenemos un momento lúcido es para exclamar amargamente: ¡ay! ...

Yo amo, sin embargo, el dolor y hasta el remordimiento, porque me devuelve la conciencia de mí mismo."

Pág 201-202.

En Una excursión a los indios ranqueles vol II, Mansilla, Lucio V, CEAL, 1980.

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