miércoles, 4 de febrero de 2009
"Discurso y verdad en la antigua Grecia" de Michel Foucault.
“Si hay una forma de “prueba” de la sinceridad del parresiastés, ésa es su valor. El hecho de que un hablante diga algo peligroso –diferente de lo que cree la mayoría- es una fuerte indicación de que es un parresiastés. Cuando planteamos la cuestión de cómo podemos saber si aquel que habla dice la verdad, estamos planteando dos cuestiones. En primer lugar, cómo podemos saber si un individuo particular dice la verdad; y, en segundo lugar, cómo puede estar seguro el supuesto parresiastés de que lo que cree es, de hecho, verdad. La primera pregunta –reconocer a alguien como parresiastés- fue muy importante en la sociedad grecorromana y, como veremos, fue explícitamente planteada y discutida por Plutarco, Galeno y otros. Sin embargo, la segunda pregunta escéptica es especialmente moderna y, pienso, ajena a los griegos.”
Pág 41.
“(…) el athuroglossos se caracteriza por los dos rasgos siguientes: 1) cuando se tiene “una boca como una fuente que mana”, no se pueden distinguir aquellas ocasiones en las que se debería hablar de aquellas en las que se debería permanecer en silencio; o aquello que debe ser dicho de lo que debe quedar sin decir; o las circunstancias y las situaciones en las que se requiere hablar de aquellas en las que se debe permanecer callado. (…) 2) Como señala Plutarco, cuando se es athuroglossos no se repara en el valor del lógos, en el discurso racional como medio de lograr el acceso a la verdad. (…) Uno de los problemas que debe resolver el personaje parresiástico, entonces, es cómo distinguir aquello que debe decirse de aquello que debe callarse. No todo el mundo puede trazar tal distinción (…)”
Pág 96-97.
“Pero lo que yo trato de hacer como historiador del pensamiento es algo diferente. Intento analizar la forma en que las instituciones, las prácticas, los hábitos y los comportamientos llegar a ser un problema para la gente que se ha comportado de unos modos concretos, que tiene cierto tipo de hábitos, que se ocupa en cierto tipo de prácticas, y que pone en funcionamiento cierta clase de instituciones. (…) La historia del pensamiento, entendida de este modo, es la historia de la manera en que la gente empieza a ocuparse de algo, de la manera en que se han llegado a preocupar por esto o aquello, por ejemplo, por la locura, el crimen, el sexo, ellos mismos o la verdad.”
Pág 109.
“En su forma básica, este mismo problema reaparece ahora en el terreno de la educación, pues si uno mismo no está bien educado ¿cómo puede decidir lo que constituye una buena educación? Y si la gente tiene que ser educada, debe recibir la verdad de un maestro competente. Pero ¿cómo podemos distinguir los maestros buenos, que dicen la verdad, de los malos o inútiles?”
Pág 128.
En Discurso y verdad en la antigua Grecia, Foucault, Michel, Editorial Paidós, 2004.
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