"Los primeros días, tras su regreso, Arturo se mantuvo encerrado en su casa, casi sin pisar la calle, y para todos, menos para mí, fue como si no hubiera vuelto de Chile. Pero yo fui a su casa y hablé con él y supe que había estado preso, ocho días, y que aunque no fue torturado se comportó como un valiente. Y se lo dije a sus amigos. Les dije: Arturito ha vuelto y orné su retorno con los colores tomados de la paleta de la poesía épica. Y cuando Arturito, una noche, apareció finalmente por la cafetería Quito, en Bucareli, sus antiguos amigos, los poetas jóvenes, lo miraron con una mirada que ya no era la misma. ¿Por qué no era la misma? Pues porque para ellos Arturito ahora estaba instalado en la categoría de aquellos que han visto a la muerte de cerca, en la subcategoría de los tipos duros, y eso, en la jerarquía de los machitos desesperados de Latinoamérica, era un diploma, un jardín de medallas indesdeñable."
Pág 71.
"Y aunque el canto que escuché hablaba de la guerra, de las hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba del valor y de los espejos, del deseo y del placer.
Y ese canto es nuestro amuleto."
Pág 154.
En Amuleto, Bolaño, Roberto, Editorial Anagrama, Barcelona, 1999.
lunes, 24 de septiembre de 2007
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