domingo, 14 de octubre de 2007
"Diarios (1910-1923)" de Franz Kafka.
“A veces parece que la obra cuelga de las bambalinas, que los actores han arrancado jirones cuyos cabos sostienes mientras están actuando, o bien se los han enrollado al cuerpo, y que sólo de vez en cuando, algún jirón difícil de desprender se lleva al actor hacia lo alto con gran espanto del público.”
Pág 78.
“Pero precisamente esta falta de esfuerzo, esta sed de imitar me alejan del actor, porque la falta de esfuerzo tiene su contrapartida en el hecho de que nadie advierte que estoy imitando. Sólo mi propio reconocimiento satisfecho, o más frecuentemente lleno de aversión, me demuestra que lo he conseguido. Sin embargo, mucho más allá de esta imitación exterior, está la interior, a menudo tan convincente y decisiva que no queda espacio dentro de mí para observar y constatar esta imitación, sino que me la encuentro únicamente en el recuerdo. Pero en él, la imitación es también tan perfecta y me sustituye a mí mismo de un modo tan súbito e inmediato, que no sería tolerable en escena, suponiendo que pudiera efectuarse de un modo mínimamente perceptible. No se puede atribuir al espectador otra capacidad que la de percibir el juego del actor. Si un actor que, según le marca el texto, tiene que apalear a otro, lo apalea de verdad a causa de la excitación o de un impulso incontenible de los sentidos, y si el otro grita de dolor, entonces el espectador tiene que convertirse en persona e interponerse entre ambos actores. (…) Lo esencial de un mal actor no consiste en que imita de un modo insuficiente, sino en que imita falsos modelos debido a los fallos de su educación, experiencia y disposición.”
Pág 136.
“Deseo un sueño más profundo, que disuelva más. La necesidad metafísica no es más que necesidad de muerte.”
Pág 170.
“3 de mayo. La terrible inseguridad de mi existencia interior.”
Pág 190.
“22 de octubre. Demasiado tarde. La dulzura de la melancolía y del amor. Que, en el bote, ella me dirigiera su sonrisa. Esto fue lo más hermoso de todo. Sólo el deseo de morir y el hecho de seguir resistiendo todavía, sólo eso es amor.”
Pág 203.
“4 de diciembre. Visto desde fuera, es horrible morir en edad madura pero todavía joven, o matarse incluso. Dejar el mundo en una confusión total, que tendría sentido dentro de una posterior evolución, sin esperanza o con la única esperanza de que este hacer acto de presencia en la vida, dentro del cálculo supremo, sea considerado como algo no ocurrido. Esta sería mi situación actual. Morir no sería nada más que entregar una nada a la nada; pero siendo más que una nada, entregarse de un modo consciente a la nada, y no sólo a una nada vacía, sino a una nada rugiente, cuya nulidad sólo consiste en su incomprensibilidad.
Un conjunto de hombres que son amos y criados. Rostros trabajados, que brillan con vivos colores. El señor se sienta y el criado le trae los manjares en la bandeja. Entre ambos no hay una gran diferencia, ninguna diferencia que pueda estimarse distinta a la que existe, por ejemplo, entre un hombre que, por la coincidencia de innumerables circunstancias, es inglés y vive en Londres, y otro que es lapón y que en ese mismo momento cruza el mar en un bote, solo en medio de la tormenta. Sin duda el criado –aunque sólo en determinadas circunstancias- puede convertirse en señor, pero esta cuestión, cualquiera que sea la respuesta que pueda dársele, no altera para nada los hechos, puesto que se trata de la valoración actual de unas relaciones actuales.”
Pág 210.
“Hay posibilidades para mí, sin duda, pero, ¿bajo qué piedra están escondidas?”
Pág 221.
“También en el sentido de la decisión tengo derecho a sentir una desesperación sin límites por mi estado.”
Pág 360.
“Tenemos permiso para fustigarnos con nuestra propia mano con el látigo de la voluntad.”
Pág 322.
“También en el sentido de la “decisión” tengo derecho a sentir una desesperación sin límites por mi estado.”
Pág 360.
“Cada vez me da más miedo escribir cosas. Es comprensible. Cada palabra, retorcida en manos de los espíritus –este impulso de la mano es su movimiento característico-, se convierte en una lanza dirigida contra el que habla. Y muy especialmente, una observación como ésta. Y así, hasta el infinito. El consuelo sería sólo: Ocurrirá, quieras o no. Y lo que tú quieres, te sirve de bien poco. Más que un consuelo, sería esto: también tú tienes armas.”
Pág 375.
En Diarios (1910-1923), Kafka, Franz, Editorial Tusquets, 1995.
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