sábado, 20 de octubre de 2007

"Yvonne, princesa de Borgoña" (1933) de Witold Gombrowicz.

"Tengo bastante fortuna como para someterme a los peores sacrificios. ¿Sólo una belleza tendría el derecho de gustarme? ¿Por qué no un mamarracho? ¿Dónde está escrito? ¿Hay alguna ley? ¿Qué ley, quién hay que pretenda esclavizarme? No soy un autómata, soy un hombre libre."

Pág 19.

"No hay duda de que uno nunca conoce su propia superioridad hasta el día en que descubre a alguien muy inferior. Ser príncipe a los ojos de otros, eso no vale nada...yo quiero ser príncipe para mí!"

Pág 25.

"Tu dejadez, tu descuido, tu asquerosidad...en eso que estás pensando ahora. Dime qué es, vamos, lo sabes perfectamente, dímelo. ¡Vas a ver que es lo mismo que pienso yo! Dímelo al oído."

Pág 45.

"E invita a los dignatarios más "snobs", esos viejos profesionales de la arrogancia...Tienen las cualidades necesarias para asustar, son capaces de paralizar a cualquiera."

Pág 65.

"A cada uno su rango, y el que de abajo muerda al de arriba y el de arriba muerda al de abajo! Quiero decir: que el superior aprenda del inferior su merecido orgullo y que el inferior aprenda del superior la noble emulación que fecudara su celo."

Pág 72.

"Arrodíllate, Felipe. Hay que arrodillarse, hijo. Es necesario. ¡No puedes quedarte de pie tu solo, cuando todos los demás estamos de rodillas!"

Pág 76.

En Yvonne, princesa de Borgoña, Gombrowicz, Witold, Editorial Talia-Aquarius, 1972.

1 comentario:

antiprímula dijo...

"¡La reverencia!¡La reverencia!" Já, já. Aquella situación era genial. Cuando Ivonne, desde su supuesto "no entender", consigue poner a toda la corte (reyes incluídos) de rodillas ante ella, en el afán de explicarle cómo debe saludarse. Buenísimo. Un beso.