miércoles, 3 de octubre de 2007

"El arrancacorazones" (1962) de Boris Vian.



" -En fin- protestó Jacquemort-, ocurre exactamente lo contrario. Sólo se es libre cuando no se desea nada, y un ser perfectamente libre no debería desear nada. Y como yo no deseo nada, llego a la conclusión de que soy libre.
-¡Qué va!-dijo Angel-. Usted está deseando tener deseos; o sea, que está deseando algo; luego, todo lo que acaba de decir es falso.
-¡Oh, oh, oh!- exclamó Jacquemort, cada vez más indignado-. Mire, desear algo significa estar encadenado a un deseo.
-De ningun manera- dijo Angel-. La libertad es el deseo que viene de uno mismo. Además..."

Pág 29-30.

"Se dio cuenta también de que era la primera vez que entraba en la iglesia desde el bautizo de los tres gusarapos, y pensó cómo pasa el tiempo, y en verdad el tiempo pasaba, porque ya las sombras mitigaban la dureza de la vidriera azul, y la voces de los niños se hacían más suaves; así sucede con la música y la oscuridad, cuya asociación es un bálsamo y un lenitivo para el alma."

Pág 95.

"Lo que sí es cierto es que cada vez distingo menos el camino. Porque lo conozco demasiado. Y sin embargo, encontramos especialmente bello todo lo que nos resulta familiar, según dicen. Yo no, probablemente. Tal vez porque esa familiaridad me deja en libertad de ver otra cosa en su lugar. De ver a las malignetas, por ejemplo. Así que rectifiquemos: nos parece bello todo lo que nos resulta lo bastante indiferente como para permitirnos ver lo que queremos ver en su lugar. Quizás me equivoque al ponerlo en primera persona del plural. Restablezcamos el singular: a mí me parece..."

Pág 211-212.

En El arrancacorazones, Vian, Boris, Editorial Tusquets, 1998.

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