sábado, 13 de octubre de 2007

"El señor de los venenos" de Enrique Symns.



"La marihuana comenzó a plantarse en cualquier sitio y por cualquier idiota estudiante de botánica. En las macetas de un departamento de San Isidro, en un jardincito de La Plata, en los fondos de la casa de la tía Adela. Estas marihuanas, efectivas pero domesticadas, han perdido la furiosa embestida con que las dotaba la tierra primitiva y la mano inequívoca del traficante. Nada que crezca en el jardín de la vida tendrá la efectividad de todo aquello que se desarrolla bárbaro y viril en la salvaje calle. Así será todo: niños y plantas, colores y artistas, peleadores y perros. Todo lo que crece en el jardín desarrolla el tramado de los virus, la vida le ha sido expropiada y reemplazada por un plan, por un Ansia Cobarde. Actualmente el maravilloso escalón que te transportaba inmediatamente hacia plantas más poderosas; se fue transformando a lo largo de los años en el mantel coqueto en el que psicólogos y rastafaris, amas de casa y toda clase de gente adaptada sirve su porción de misterio para luego contar con orgullo: "Nos fumamos un porrito". Por otra parte, la marihuana ha comenzado a tener un notable índice de adicción. Lamentablemente, es una planta que se parece cada vez más a las pildoritas psiquiátricas con las que los médicos y psiquiatrones amansan a la fiera dolida que se despierta en muchos de sus pacientes. El mejor argumento para defenestrarla lo ha aportado la casta médica de cierto estado del gran país del Norte: ¡muchos médicos recomiendan la marihuana como remedio para casi todos los males! Se trata del suicidio de una planta mágica. El té de los chinos es una clara demostración: de aquella poderosa fiera alucinógena ha quedado ese gatito ensobrado que tomamos cuando nos duele la panza."

Pág 47.

"Y cuando leí al Marqués de Sade a los 12 años, siguiendo las enseñanzas de Las 120 jornadas de Sodoma me convertí en el maestro de pajas de todo el vecindario. Hay algo siniestramente naíf en las propuestas del Marqués, que suele encajar con la imaginación perversa de los niños. Él nos recuerda siempre la época legendaria e inexistente en la que fuimos los reyes de nuestra voluntad."

Pág 57.

"Actualmente, no importa de quien se trate, al cabo de diez o quince minutos de una charla banal sé inmediatamente si el tipo es un tonto que cree en lo que dice, o si hay en él ecos misteriosos de otras voces. Por dar un ejemplo, sin ánimo de ofender: Ernesto Sábato, con quien charlé en un par de ocasiones, es un tonto del culo, aburrido y deprimente, y Borges un auténtico guerrero de la palabra. La charla entre ellos es un enfrentamiento entre un mandril y un alienígena."

Pág 109.

Leer El libro de Mut, El loto blanco, El libro de Ptah-nun, El sendero de Kons.

"(...) con el Indio habíamos desarrollado una amistad cocainómana y febril. En su casa sosteníamos agotadoras maratones conversacionales, en las que él era un experto ajedrecista. Yo estaba recién iniciado en las artes del consumo de cocaína, e ignoraba que uno de sus peores efectos consiste en esas conversaciones absorbentes que parecen construir una escalera al cielo y en realidad te hunden en el sótano de tus vilezas y debilidades. Confesás traiciones y engaños, pero para mejorar las estrategias llorás; para blanquearte triturás el tiempo con tus zambullidas afectivas, pero te congelás; lo decís todo para que nada se escuche. "Me cogí a tu hija" tiene el mismo valor que "Hoy te quiero mucho"(...)"

Pág 131.

"Sus miserias personales, su incapacidad de ensuciarse con la roña de la calle, su inesperada traición a los principios de nuestra tarea cuando un muchacho llamado Walter Bulacio fue asesinado por la Policía Federal en uno de sus recitales (convirtiéndose en el primer crimen de la historia del rock argentino, y que el Indio no sólo no denunció sino que tampoco asumió), jamás consiguieron borrar el efecto sedante que me producía su sonrisa irónica, su mirada permanentemente llorosa que transparentaba una desolación tan lacerante como asumida."

Pág 132.

"Walter era un auténtico caballero con las damas, era elegante en su juego erótico y no se las trincaba bestialmente como el Pelado de la Bersuit Vergarabat y sus adláteres que en los camarines de la disco Cemento se han apoderado del culo de pendejas vírgenes como si fueran lechones que carneaban sin esfuerzo antes de salir a tocar."

"Fue protagonista (nota mía: Willy Crook) de peleas memorables defendiendo a Miguel Abuelo, y antes de que lo internaran en el neuropsiquiátrico Borda casi destroza una comisaría."

Pág 173.

En El señor de los venenos de Symns, Enrique, Editorial el cuenco de plata, 2006.